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domingo, 11 de junio de 2017
martes, 2 de mayo de 2017
sábado, 1 de abril de 2017
Carrero de sublevado, a jefe de gobierno.
Luis Carrero Blanco
Subsecretario de la Presidencia del gobiernoa | ||
---|---|---|
← 6 de mayo de 1941-22 de julio de 1967 → | ||
Vicepresidente del Gobierno | ||
← 22 de julio de 1967-9 de junio de 1973 → | ||
Presidente del Gobierno | ||
← 9 de junio-20 de diciembre de 1973 → | ||
Procurador en las Cortes franquistas | ||
1943-1946 | ||
Información personal | ||
Nacimiento | 4 de marzo de 1904 Santoña |
|
Fallecimiento | 20 de diciembre de 1973 Madrid |
|
Causa de muerte | Coche bomba | |
Nacionalidad | Española | |
Religión | Catolicismo | |
Información profesional | ||
Ocupación | Militar | |
Rama militar | Armada Española | |
Rango | Almirante | |
Participó en | ||
Distinciones | ||
Biografía
Nació en Santoña el 4 de marzo de 1904. Descendiente de una familia de militares, pues su padre y su abuelo pertenecieron al ejército, Luis Carrero Blanco nació en Santoña en 1904; era el primer hijo de Camilo Carrero Gutiérrez (1879-1936), teniente coronel del ejército nacido en La Coruña y destinado en Santander, y de Ángeles Blanco Abascal (1885-1910), natural de Santoña. Su abuelo Camilo Carrero Senra, era natural de Orense y alcanzó el grado de coronel.3Formación
Estudió en el Colegio Manzanedo de Santoña e ingresó en la Escuela Naval de San Fernando en 1918. Entre 1920 y 1921 realizó su viaje de prácticas a Sudamérica en el crucero Reina Regente, y tomó parte en la Guerra del Rif (1924–1926). En 1935 fue designado profesor de la Escuela de Guerra Naval de Madrid.Destinos
- Oficial del acorazado Alfonso XIII.
- Segundo comandante del guardacostas Arcila.
- Capitán del remolcador Ferrolano.
- Teniente de navío del cañonero Cánovas del Castillo.
- Segundo comandante del submarino B2.
- Comandante del destructor Huesca.
- Oficial en el italiano submarino General Sanjurjo.
- Jefe de Estado Mayor de la División de Cruceros.
- Jefatura de operaciones del Estado Mayor de la Armada.
Guerra Civil
Al iniciarse la Guerra Civil Española era profesor de táctica submarina en la Escuela de Guerra Naval de Madrid.[cita requerida] Se refugió en las embajadas de México y Francia, hasta que consiguió pasar a Francia, para, posteriormente entrar en julio de 1937 en la zona sublevada. Con el grado de Capitán de Corbeta fue situado al mando del destructor Huesca[cita requerida] y, posteriormente, del submarino General Sanjurjo. En octubre de 1938 dejó el mando del submarino y embarcó en el Canarias como Jefe de Estado Mayor de la división de cruceros, función que desempeñó hasta el final de la guerra.[cita requerida]Carrera política
En agosto de 1939 pasó a ser jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada. Carrero, que había conocido a Pedro Gamero del Castillo en 1938, fue nombrado gracias al apoyo de este consejero nacional de FET de las JONS en septiembre de 1939. En calidad de jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada, y a petición del ministro de Marina Salvador Moreno Fernández, redactó en el año 1940 un famoso informe recomendando la neutralidad española en la II Guerra Mundial. El ministro enseñó dicho informe a Franco, que quedó tan impresionado que convirtió a Carrero en su hombre de confianza desde entonces, desplazando paulatinamente a Juan Antonio Suanzes. Fue nombrado subsecretario (1941), ministro de la Presidencia (1951) y vicepresidente (1967), lo que supuso un incremento creciente de su peso específico en el gobierno. En su labor procuró limitar la influencia de los falangistas, promovió la modernización económica y administrativa del Estado, aunque siempre dentro del franquismo, y apoyó la planificación de la sucesión monárquica del régimen, en la figura de Juan Carlos I.En junio de 1973 fue nombrado presidente del gobierno, lo que hacía pensar que se convertiría en el hombre fuerte del Estado a la muerte del dictador y en el pilar sobre el cual se sustentaría el franquismo sin Franco, pero su asesinato el 20 de diciembre de 1973 en un atentado perpetrado por ETA en Madrid abortó esas expectativas.
Neutralidad
Firme partidario de una política de neutralidad armada como modo de evitar la intervención española en la Segunda Guerra Mundial en su versión de escritor bajo el seudónimo de Juan de la Cosa plantea la hipótesis de que en septiembre de 1939 España hubiera contado con un gobierno similar al existente en el invierno de 1936, es decir, un gobierno del Frente Popular. En este supuesto no hubiera sido posible la neutralidad, España hubiera ido a la guerra contra Alemania y probablemente hubiera capitulado en junio de 1940, al mismo tiempo que Francia:...Pues bien, gracias al Movimiento Nacional, en junio de 1940 los alemanes se encontraron al llegar a los Pirineos con un pueblo aguerrido que había recuperado el concepto de dignidad nacional, que, prefiriendo morir a ser cipayo, estaba dispuesto a batirse con el beligerante que pisase su suelo, fuese quien fuese, para defender los derechos de neutralidad y los sagrados intereses de España, que estaban al margen del pleito que se debatía con las armas, y ... los alemanes quedaron detenidos en el Pirineo. La neutralidad española, respaldada por el prestigio de sus soldados y de su Caudillo, logró lo que no habían podido conseguir las armas aliadas: poner un dique al alud de la Wehrmacht.
Asesinato: la «Operación Ogro»
Artículo principal: Asesinato de Carrero Blanco
El asesinato de Carrero Blanco, también conocido por su nombre en clave «Operación Ogro», fue perpetrado por la banda terrorista ETA
el 20 de diciembre de 1973, siendo este presidente del gobierno de
España. El asesinato provocó un hondo impacto en la sociedad española de
la época, ya que suponía el mayor ataque contra el régimen franquista
desde el final de la Guerra civil española en 1939. La desaparición de Carrero Blanco tuvo numerosas implicaciones políticas, en un momento en que se hacía evidente la decadencia física del dictador y con ello, el agravamiento de los primeros signos de descomposición del aparato franquista que se venían manifestando en los últimos años. Los sectores más inmovilistas del franquismo, el denominado "búnker", salieron reforzados de este suceso y lograron influir a Franco para que nombrara como sucesor de Carrero a un miembro de la línea dura, Carlos Arias Navarro. Por su parte, con este atentado la organización terrorista ETA dio un salto cualitativo en sus acciones armadas y se convertía así en uno de los principales actores de la oposición al franquismo.
El régimen le otorgó, póstumamente, el título de duque de Carrero Blanco.
A pesar de que las autoridades iniciaron una investigación para aclarar los hechos, el caso quedó archivado al comienzo de la Transición y nunca se esclarecieron del todo las circunstancias. Los autores del atentado tampoco llegaron a ser juzgados por estos hechos y tras la muerte de Franco se beneficiarían totalmente de la amnistía concedida en 1977.
En el año 2008 se desclasifica una nota de la embajada de los EE. UU. en Madrid al Departamento de Estado del Gobierno de los EE. UU. en el que se afirma que El mejor resultado que puede surgir... sería que Carrero desaparezca de escena, con posible sustitución por el general Díez Alegría o Castañón.
El hecho de que durante la Guerra de Yom Kipur —octubre de 1973— Carrero Blanco impidiera a los Estados Unidos usar las bases estadounidenses en territorio español llevó a la agencia soviética TASS a declarar que la CIA había asesinado a un político franquista de tendencia nacionalista que se niega a entrar en la OTAN y a cumplir ciegamente las órdenes de Washington.
La única persona que supuestamente vio la cara al conocido como «hombre de la gabardina blanca» que entregó los horarios y rutas de Carrero Blanco, en el hotel Mindanao de Madrid, fue José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, quien murió en 1978 a manos de una organización ultraderechista terrorista, el Batallón Vasco Español.
Ideología
No perteneciente a ninguna familia del régimen, su identificación era con la obra del propio dictador, pudiéndosele considerar un franquista puro. Así describe la ideología política de Carrero Blanco Juan Luis Cebrián:Obsesionado lo mismo por el marxismo que por el judaísmo y la masonería, enemigo del liberalismo y de la democracia, Carrero parecía un hombre de una gran simpleza de ideas, apto para ser manejado por quien supiera hacer vibrar en él las efusiones tópicas de la patria y la religión. Su modestia vital le valió fama de honesto, y todavía hay quien le califica de poco ambicioso, pese a la evidencia de su inamovilidad en el poder durante más de treinta años. A los ojos de la nueva sociedad española, que pugnaba a principios de aquella década [de los 70] por liberarse de los anclajes de la guerra civil, resultaba el principal enemigo de cualquier posible reforma democratizadora y el más genuino valedor del franquismo después de Franco.Un retrato similar es el que realiza Antonio Elorza:
Lo propio de Carrero es la contrarrevolución, el anticomunismo a ultranza, la satanización de la masonería, de acuerdo con una visión conspirativa de la historia en que las fuerzas infernales tratan de imponerse hasta la aparición de una cruzada salvadora como la encabezada por Franco: "El diablo inspiró al hombre las torres de Babel del liberalismo y del socialismo, con sus secuelas marxismo y comunismo", y la masonería a modo de instrumento para su penetración. "Éste es precisamente el problema español", insiste. "España quiere implantar el bien, y las fuerzas del mal, desatadas por el mundo, tratan de impedírselo".
Obras
- La victoria del Cristo de Lepanto
- Arte naval militar, tomo segundo: El buque de guerra (de la galera al portaaviones).
- España y el mar, Editora Nacional, 1941.
- Lepanto (1571–1971), Salvat Editorial/Alianza Editorial, 1971.
- Bajo el seudónimo de Juan de la Cosa
- La gran baza soviética.
- Las modernas torres de Babel.
- Comentarios de un español. Las tribulaciones de don Prudencio. Diplomacia subterránea.
- España ante el mundo (proceso de un aislamiento), Publicaciones Españolas, 1975.
- Oficialmente figura nacido en 1903 ya que su padre, Camilo Carrero Gutiérrez, manipuló la partida de nacimiento para que entrase un año antes en la Escuela Naval Militar — véase Carrero, eminencia gris del régimen de Franco, de Javier Tusell.
Referencias
- Antonio Elorza, "La muerte del valido de Franco", El País, 14 de diciembre de 2003.
Bibliografía
- Aguirre, Julen (Eva Forest) (1974). Operación ogro: cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco (1ª edición). Hendaye [etc.]: Mugalde / Ruedo Ibérico. pp. 191 págs.
- Fernández Santander, Carlos (1985). El almirante Carrero (1ª edición). Esplugas de Llobregat: Plaza & Janés. pp. 284 págs.
- Giménez Martínez, Miguel Ángel (2014). «Entre el Poder y la Obediencia: El Gobierno en la España de Franco». Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies (Spanish and Portuguese Historical Studies) 39 (1). ISSN 0739-182X.
- Tusell, Javier (1993). Carrero. La eminencia gris del régimen de Franco. Grandes Temas (2ª edición). Madrid: Ediciones Temas de Hoy. ISBN 84-7880-347-5.
- Prego, Victoria (1995). Así se hizo la Transición. Barcelona: Plaza & Janés. ISBN 84-01-37556-8.
- Gil Pecharromán, Julio (2008). Con permiso de la autoridad. La España de Franco (1939-1975). Madrid: Temas de Hoy. ISBN 978-84-8460-693-2.
Predecesor: Ninguno |
Ministro Subsecretario de la Presidencia de España 1951-1967 |
Sucesor: José María Gamazo |
Predecesor: Agustín Muñoz Grandes |
Vicepresidente del Gobierno de España 1967-1973 |
Sucesor: Torcuato Fernández Miranda |
Predecesor: Francisco Franco |
Presidente del Gobierno de España 1973 |
Sucesor: Carlos Arias Navarro |
Categorías:
- Hombres
- Nacidos en 1904
- Fallecidos en 1973
- Santoñeses
- Almirantes de España del siglo XX
- Capitanes Generales de la Armada Española
- Militares de la Guerra Civil Española sublevados
- Militares de Cantabria
- Ministros del franquismo
- Presidentes del Gobierno de España durante la dictadura franquista
- Víctimas mortales de ETA
- Políticos asesinados
- Procuradores de las Cortes franquistas
- Políticos de Cantabria
- Políticos de España de ámbito estatal
- Políticos de España del siglo XX
- Anticomunistas de España
- I Legislatura de las Cortes Españolas
- II Legislatura de las Cortes Españolas
- III Legislatura de las Cortes Españolas
- IV Legislatura de las Cortes Españolas
- V Legislatura de las Cortes Españolas
- VI Legislatura de las Cortes Españolas
- VII Legislatura de las Cortes Españolas
- VIII Legislatura de las Cortes Españolas
- IX Legislatura de las Cortes Españolas
- X Legislatura de las Cortes Españolas
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- Cántabros del siglo XX
- Caballeros grandes cruces de la Orden de Isabel la Católica
- Caballeros grandes cruces de la Orden de Carlos III
- Ministros del Gobierno de España de Falange Española
- Ministros del Gobierno de España nacidos en Cantabria
lunes, 6 de marzo de 2017
El general republicano católico Escobar, el descubridor de los ardides de Franco.
El general Escobar
Antonio Escobar Huerta | Último general de la República Española
El General “olvidado”, o el “muy católico” General son algunos de los
sobrenombres con los que, muy raramente, se hace referencia a D.
Antonio Escobar Huerta (“La guerra del general Escobar” de Olaizola,
premio Planeta de 1983, y “Entre la cruz y la República” de Arasa, entre
las pocas obras que lo abordan), guardia civil, hombre de honor,
defensor de la República Española y la Constitución española de 1931 a
la que había jurado lealtad. Aunque en julio de 1936, mantener la propia
palabra y la lealtad a la Constitución española representase una
auténtica temeridad, cuando no una condena cierta a muerte, en todos
aquellos lugares en los que los golpistas se hicieron con el control.
Lo que no pasó en Barcelona precisamente porque, en el momento de
mayor incertidumbre, la Benemérita, mandada por Aranguren y Escobar, se
mantuvo leal a las instituciones democráticas decantando la situación de
la Ciudad Condal del lado de la legalidad.
Cuenta el anecdotario que el propio President Companys suspiró aliviado cuando, al ver aproximarse a los hombres de Escobar, armados y en formación, al edificio de la Generalitat de Cataluña, éste les ordenó saludar a la institución y continuó su marcha a la toma de los emplazamientos dónde los golpistas se habían hecho fuertes y se enfrentaban a los milicianos de Durruti. Otros le atribuyen aquel famoso "Visca la Guardia Civil".
No sería ésta su única responsabilidad decisiva, encargado inmediatamente a continuación por el propio General Vicente Rojo de la encarnizada defensa del sector de la Casa de Campo – vital en las horas más dramáticas de la batalla de Madrid – cuando su caida era tan previsible que hasta algún corresponsal inglés que acompañaba las columnas de los golpistas se aventuró a enviar a Londres una precipitada crónica, que sería publicada al día siguiente, sobre cómo se había producido supuestamente ya la entrada de falangistas y requetés en la capital de España… con tres años de adelanto.
Honrado, íntegro, comprometido con la defensa de la República española hasta decir basta en todo lo que se le conoce hasta la fecha, resulta difícil recoger en estas líneas el alcance de lo que a Escobar le supuso cumplir con su deber con el Gobierno legítimo: desgarrado por el dolor de ver a uno de sus propios hijos pasarse al bando de Franco, de saberlo más tarde caido en la batalla de Belchite, blanco él mismo de recelos y desconfianzas de los sectores más radicales –repudiado por sectores de la extrema izquierda tanto como lo sería desde el primer momento de la contienda por la extrema derecha – y hasta objeto de un fallido atentado que no se ha llegado a esclarecer si fue perpetrado por quintacolumnistas infiltrados en la República.
Herido en varias ocasiones, el Presidente Azaña en persona le autorizó un peregrinaje a la Virgen de Lourdes, todavía convaleciente, que fue la comidilla de la retaguardia republicana, y de las malas lenguas que decían que aprovecharía el permiso para escapar a Francia ante lo crítico de la situación.
No fue así, sino que regresó para pasar a asumir el mando del ejercito de Extremadura, uno de los pocos operativos que aún le quedaban a la República, emprendiendo, a inicios del 39 – ya perdida la batalla del Ebro – la que sería la última ofensiva, a la desesperada, de la Segunda República Española, en el sector de Valsequillo-Peñarroya, intentando desviar, con ello, el avance principal franquista y ganar el tiempo que no se llegó a tener para organizar una segunda línea defensiva en Cataluña.
Tras la captura de Almadén y la ruptura definitiva del frente de Extremadura, caida ya Barcelona y perpetrado el autogolpe casadista en Madrid, Antonio Escobar Huerta, el último General de la República española en territorio nacional, rindió su mando ante Yagüe y sus legionarios en el antiguo casino de Ciudad Real el 26 de marzo de 1939.
Leal a la República hasta el final, pudo haber escapado en una avioneta a Portugal pero decidió permanecer junto a sus hombres, convencido de no haber hecho otra cosa que cumplir con su deber de guardia civil y decidido a correr su misma suerte: el propio Franco intervino en persona para asegurarse de que fuese pertinentemente fusilado.
Y esa “España mejor”, democrática, constitucional, que Escobar defendió con su vida hasta sus últimas consecuencias, aún no ha sido capaz de decir que el cargo acusatorio de “rebelión” por el que fue condenado por los rebeldes de verdad no tiene validez jurídica alguna.
Que su “Consejo de Guerra” fue una farsa predeterminada en su resultado antes de empezar, y que su ejecución, sin haber cometido crimen capital alguno, fue un simple y vil asesinato: parte del exterminio general llevado a cabo por la dictadura.
Una mala ley “de la memoria” – hecha con más cálculo y miedo a los votos del que Escobar y los suyos mostraron a las balas de los sublevados cuando había que jugarse la vida defendiendo nuestra Constitución – dejó pasar la oportunidad de declarar la nulidad jurídica, de pleno derecho, de todo ello y de restaurar el honor de todas estas personas irrepetibles. Pero mejor no entrar en tales comparaciones entre unos y otros - la actuación de los hacedores de nuestra “olvidadiza” ley con la de los defensores de nuestra República perdida – que las comparaciones, a veces, pueden resultar demasiado odiosas.
Antonio Escobar Huerta murió crucifijo en mano y mandando su propio pelotón de ejecución, al amanecer del 8 de febrero de 1940 en los fosos del Castillo de Montjuic.
Ninguna calle en Ciudad Real, Barcelona o Madrid, ni tan siquiera en Ceuta – su ciudad natal –, lleva su nombre.
Ninguna estatua conmemorativa recuerda entre nosotros a este guardia civil que mantuvo su palabra y cumplió con su deber más allá de lo que a nadie se le puede exigir.
Ninguna izquierda democrática, ninguna derecha democrática, ha entendido todavía oportuno reivindicar la memoria de este hombre de honor que mantuvo su juramento de defender nuestra Constitución a tan alto precio.
Cuenta el anecdotario que el propio President Companys suspiró aliviado cuando, al ver aproximarse a los hombres de Escobar, armados y en formación, al edificio de la Generalitat de Cataluña, éste les ordenó saludar a la institución y continuó su marcha a la toma de los emplazamientos dónde los golpistas se habían hecho fuertes y se enfrentaban a los milicianos de Durruti. Otros le atribuyen aquel famoso "Visca la Guardia Civil".
No sería ésta su única responsabilidad decisiva, encargado inmediatamente a continuación por el propio General Vicente Rojo de la encarnizada defensa del sector de la Casa de Campo – vital en las horas más dramáticas de la batalla de Madrid – cuando su caida era tan previsible que hasta algún corresponsal inglés que acompañaba las columnas de los golpistas se aventuró a enviar a Londres una precipitada crónica, que sería publicada al día siguiente, sobre cómo se había producido supuestamente ya la entrada de falangistas y requetés en la capital de España… con tres años de adelanto.
Honrado, íntegro, comprometido con la defensa de la República española hasta decir basta en todo lo que se le conoce hasta la fecha, resulta difícil recoger en estas líneas el alcance de lo que a Escobar le supuso cumplir con su deber con el Gobierno legítimo: desgarrado por el dolor de ver a uno de sus propios hijos pasarse al bando de Franco, de saberlo más tarde caido en la batalla de Belchite, blanco él mismo de recelos y desconfianzas de los sectores más radicales –repudiado por sectores de la extrema izquierda tanto como lo sería desde el primer momento de la contienda por la extrema derecha – y hasta objeto de un fallido atentado que no se ha llegado a esclarecer si fue perpetrado por quintacolumnistas infiltrados en la República.
Herido en varias ocasiones, el Presidente Azaña en persona le autorizó un peregrinaje a la Virgen de Lourdes, todavía convaleciente, que fue la comidilla de la retaguardia republicana, y de las malas lenguas que decían que aprovecharía el permiso para escapar a Francia ante lo crítico de la situación.
No fue así, sino que regresó para pasar a asumir el mando del ejercito de Extremadura, uno de los pocos operativos que aún le quedaban a la República, emprendiendo, a inicios del 39 – ya perdida la batalla del Ebro – la que sería la última ofensiva, a la desesperada, de la Segunda República Española, en el sector de Valsequillo-Peñarroya, intentando desviar, con ello, el avance principal franquista y ganar el tiempo que no se llegó a tener para organizar una segunda línea defensiva en Cataluña.
Tras la captura de Almadén y la ruptura definitiva del frente de Extremadura, caida ya Barcelona y perpetrado el autogolpe casadista en Madrid, Antonio Escobar Huerta, el último General de la República española en territorio nacional, rindió su mando ante Yagüe y sus legionarios en el antiguo casino de Ciudad Real el 26 de marzo de 1939.
Leal a la República hasta el final, pudo haber escapado en una avioneta a Portugal pero decidió permanecer junto a sus hombres, convencido de no haber hecho otra cosa que cumplir con su deber de guardia civil y decidido a correr su misma suerte: el propio Franco intervino en persona para asegurarse de que fuese pertinentemente fusilado.
Y esa “España mejor”, democrática, constitucional, que Escobar defendió con su vida hasta sus últimas consecuencias, aún no ha sido capaz de decir que el cargo acusatorio de “rebelión” por el que fue condenado por los rebeldes de verdad no tiene validez jurídica alguna.
Que su “Consejo de Guerra” fue una farsa predeterminada en su resultado antes de empezar, y que su ejecución, sin haber cometido crimen capital alguno, fue un simple y vil asesinato: parte del exterminio general llevado a cabo por la dictadura.
Una mala ley “de la memoria” – hecha con más cálculo y miedo a los votos del que Escobar y los suyos mostraron a las balas de los sublevados cuando había que jugarse la vida defendiendo nuestra Constitución – dejó pasar la oportunidad de declarar la nulidad jurídica, de pleno derecho, de todo ello y de restaurar el honor de todas estas personas irrepetibles. Pero mejor no entrar en tales comparaciones entre unos y otros - la actuación de los hacedores de nuestra “olvidadiza” ley con la de los defensores de nuestra República perdida – que las comparaciones, a veces, pueden resultar demasiado odiosas.
Antonio Escobar Huerta murió crucifijo en mano y mandando su propio pelotón de ejecución, al amanecer del 8 de febrero de 1940 en los fosos del Castillo de Montjuic.
Ninguna calle en Ciudad Real, Barcelona o Madrid, ni tan siquiera en Ceuta – su ciudad natal –, lleva su nombre.
Ninguna estatua conmemorativa recuerda entre nosotros a este guardia civil que mantuvo su palabra y cumplió con su deber más allá de lo que a nadie se le puede exigir.
Ninguna izquierda democrática, ninguna derecha democrática, ha entendido todavía oportuno reivindicar la memoria de este hombre de honor que mantuvo su juramento de defender nuestra Constitución a tan alto precio.
- (Ceuta, 14 de noviembre de 1879 — Barcelona, 8 de febrero de 1940) fue un militar español miembro de la Guardia Civil que destacó como militar de alta graduación en la Guerra Civil Española
por defender a la II República a pesar de sus profundas convicciones
católicas y de la represión que hubo en los primeros meses hacia la Iglesia católica. Sus orígenes y convicciones católicas no le supusieron ninguna contradicción para mantenerse fiel a la República durante toda la guerra.
- Hacia el final de la contienda
- Memorias del General Escobar (1984). Película dirigida por José Luis Madrid, protagonizada por Antonio Ferrandis, Fernando Guillén y Jesús Puente, y con guión del capitán Pedro Masip Urios, ayudante de campo del general Escobar.21 22
Orígenes y familia
Antonio Escobar nació en Ceuta en 1879, en el seno de una familia de tradición militar. Su padre era comandante de infantería y falleció durante la Guerra de Cuba, siendo él niño. Era hijo, hermano y padre de militares, y también fue padre de una monja adoratriz. Tras llegar a edad adulta, Escobar acabó haciendo su carrera en la Guardia Civil.Guerra Civil Española
En julio de 1936 ostentaba el rango de coronel de la Guardia Civil y estaba destinado en Barcelona, al frente de la 19.ª Comandancia,1 cuando se produce el golpe militar del 18 de julio. Católico y conservador, se mostró fiel a su juramento al gobierno de España, resultando decisivo en la derrota de la sublevación en Barcelona.2 Puesto en ese momento a las órdenes del presidente de la Generalidad,3 Lluís Companys, siempre consideró un error que no se desarmara a las milicias anarquistas tras el fracaso de la sublevación y que se les dejara campar a sus anchas y se hicieran con el control casi total de la ciudad. La quema de conventos y asesinato de religiosos que siguieron al fracaso de la sublevación en Barcelona le afectaron profundamente, pero mantuvo su compromiso con el régimen republicano. Salvó del fusilamiento al cardenal y arzobispo de Tarragona Francisco Vidal y Barraquer.Habiendo ganado la confianza del presidente Manuel Azaña tras la transformación de la Guardia Civil en Guardia Nacional Republicana (GNR), Escobar se incorporó al Ejército del Centro al frente la llamada Columna Escobar, una unidad compuesta por tropas de la Columna Tierra y Libertad y guardias civiles de la 19.ª Comandancia de Barcelona.4 Durante los siguientes meses combatió en los sectores de Talavera, Escalona y Navalcarnero tratando de detener el avance de las tropas sublevadas hacia Madrid. Fue gravemente herido en la Casa de Campo de Madrid durante la defensa de la capital,5 por lo que tuvo que permanecer en reposo durante varios meses. Durante su convalecencia, permaneció varios días en el santuario de Lourdes,6 en Francia con permiso expreso del presidente Azaña. A pesar de haberse podido quedar en Francia, regresó al territorio republicano y continuó a las órdenes del gobierno republicano.
En la víspera de los Sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, el gobierno republicano le nombró Delegado de Orden Público en Barcelona,5 una medida con la que el gobierno recuperaba las competencias de orden público en la ciudad condal. Sin embargo, nada más llegar a Barcelona fue herido de gravedad en un atentado anarquista; le sustituyó en el cargo el Teniente coronel Alberto Arrando Garrido. Una vez recobrado, tomó parte en acciones militares durante la batalla de Brunete. Por estas fechas su hijo menor, José Escobar Valtierra, falangista que combatía en el bando sublevado, pereció durante la batalla de Belchite.7 En 1938 es ascendido a General y el 19 de octubre se le asigna la jefatura del Ejército de Extremadura.5 Durante los siguientes meses se dedica a reformar en su estructura y organización interna, pues había quedado muy vapuleado tras los pasados combates de aquel verano.
El 16 de febrero varios altos mandos republicanos, entre los que se encontraban los generales Miaja, Matallana, Menéndez, Casado y Escobar, se reunieron con el jefe de gobierno, el presidente Negrín en el Aeródromo de Los Llanos. Durante el encuentro algunos militares expusieron abiertamente la necesidad de poner fin a la contienda.11 El 5 de marzo el Coronel Casado se sublevó contra el gobierno Negrín y se hizo con el poder en la mayor parte de la España republicana, aunque los comunistas se negaron a secundar el golpe y en algunos sitios ofrecieron resistencia. El general Escobar inicialmente se mantuvo a la expectativa,12 pero finalmente se unió a la conjura de Casado y su Ejército de Extremadura aplastó la resistencia comunista en Ciudad Real.13 14
No obstante, Casado fue incapaz de alcanzar una paz negociada con Franco y el 26 de marzo de 1939, ante la ofensiva final de las tropas franquistas, Escobar rinde sus tropas al general Juan Yagüe en Ciudad Real.15 Aunque éste le llegó a ofrecer una avioneta para huir a Portugal —Escobar era el único general del Ejército Popular que todavía quedaba en España—, el general Escobar declinó la oferta y prefirió permanecer en España.16
Posguerra y fusilamiento
Irónicamente juzgado por rebelión militar, es condenado a muerte por un tribunal militar. A pesar de que altos dignatarios de la Iglesia católica como el cardenal Segura solicitan su indulto,17 Franco no cede y el coronel Escobar (no se le reconocieron los ascensos obtenidos durante la guerra) es finalmente fusilado en los fosos del castillo de Montjuic el 8 de febrero de 1940.18 El propio Escobar dirigió su ejecución. El mismo piquete de la Guardia Civil rindió luego honores militares a su cadáver.19 El jefe superior de Escobar en Barcelona en 1936, el coronel Aranguren Roldán, también fue fusilado.20Después de la inauguración del Valle de los Caídos, Antonio Escobar Valtierra, hijo del general, solicitó que se trasladaran los restos de su padre, enterrado en el Cementerio de Montjuic y de su hermano, José Escobar Valtierra, teniente que luchó en el bando golpista, fallecido en la batalla de Belchite. Únicamente fue autorizado el traslado de los restos del hijo del general; los restos de Antonio Escobar siguen en el cementerio de Montjuïc en Barcelona.
En la cultura popular
domingo, 5 de febrero de 2017
martes, 10 de enero de 2017
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